Estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo, exultó de gozo por la próxima llegada del Salvador. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia, que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista.
¡CONVERTÍOS!
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